Frenéticos Firuletes

Yo nací sin quiste para mi madre.
Fue, yo creo, un despiste, pues creo que
desde Lingüística, venía la cigüeña que me trajo.
Peor fue para los demás niños:
¡Los trajeron pingüinos ñoños con el ñiquiñaque,
entre ñisñiles cercanos al Gran Alcornoque!

Así, llegue a afirmar (y a firmar)
que como buen neógrafo (y coreógrafo de palabras)
me baso en historias de otros para crear las danzas propias
(al igual que Duncan con Wilthman).
Algunos,
no se enterarán (enterrarán la ignorancia).
Otros,
serán los que prueben ajilimojili con pan de tabique nasal,
e incluso los habrá,
que tratarán de explicar el contento danzar
de frenéticos firuletes sacados y secados al azar.

Por mucho que cuenten algunos,
a mí no me hacen ya dudar:

¡Firúleticas son las palabras!
¡Frenéticas, las sensaciones!
¡Fraudulentas, las fusiones de farmacéuticas
que fulanean con frenesí hasta el carmesí!

Con modernas palabras
(cultismos sacados del Checoslovaco)
también digo que son sensaciones de dulce mimosín
(como el algodón que no engaña).
¡Ni que fuera añil su color; y la seda, su fino cojín!

La verdad:

¡Que poco ética es mi amiga Sinvergüenza! pero,
¡Que poética es mi don de firulética!

Incluso me atrevo a preguntar:

¿Sería pedigüeñería
pedir a los pingüinos paraguas?

¿Cómo es de pedigüeño
el que pide ungüentos
con los cigüeñales españoles?

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